domingo, 15 de julio de 2012

Y poco a poco fuimos perdiendo el verano

La acequia, desbrozada y limpia
Los plazos andaban un poco justitos para poder siquiera intentar plantar algunas hortalizas, así que, transcurridos unos quince días, los suficientes para que se secaran los charcos y pudiera pasar la máquina, se procedió a la limpieza de la acequia en el tramo correspondiente a nuestra parcela y la inmediatamente anterior.

Hablamos con otro tractorista, para que roturara la parcela, debido a que, tras treinta años sin utilizar, el suelo, a decir de los lugareños, lo precisaba. Cuando unos días después nos llamó el tractorista, nos hundió los ánimos ("Más que tomates, aquí lo que podéis sembrar son cocodrilos" fue su manera de decírnoslo): el agua había vuelto a aparecer en la parcela, anegándola casi por completo. ¡Nuestro gozo en un pozo, y la idea de probar los primeros tomates ese verano se caía con todo el equipo!

Punto por encima del cual se producían los desbordamientos
Así que preparamos una nueva visita relámpago, con la idea de limpiar otro caz de riego próximo, que podía ser causa de esas inundaciones, a decir de algunos, pero nos dimos cuenta de cuál era el problema real: por encima del trozo que habíamos limpiado de nuestra acequia había otro trozo que, en algún tramo, desbordaba con facilidad. Cada vez que la acequia llevaba más agua, inundaba nuestra parcela y las tres o cuatro superiores. Dado que todas ellas estaban también abandonadas, decidimos ampliar la limpieza de la acequia.

Pero ya no nos quedó más remedio que esperar hasta que pasara el verano para proceder a la roturación del terreno, ya que no parecía procedente, a decir de los lugareños, hacerlo antes, y tampoco había ya tiempo de poder sembrar nada para ese verano.

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